Celebremos con la promesa de asumirnos maestros(as)

Hacerse promesas parece un gesto antiguo

Hacer una promesa verdadera se ha convertido hoy en un acto entre incómodo e inesperado. Prometer es una acción que se hace con la palabra y que, de la nada, hace nacer un vínculo y un compromiso capaces de atravesar el tiempo y reunir, en una sola declaración pasado, presente y futuro.

Marina Garcés

Los(as) profesores(as) desde nuestras trayectorias pedagógicas y experiencias de vida, entregamos y recibimos promesas. De modo que la promesa se constituye en la entrega de una transmisión intergeneracional amorosamente construida con y entre otros(as). Asumo las palabras de Paulo Freire: “como presencia en la historia y en el mundo, lucho esperanzadamente por los sueños, por la utopía, por la esperanza, con miras a una pedagogía crítica. Y mi lucha no es en vano”. Es parte de mi promesa, la necesidad de creer en este mundo.

Ser profesor(a) hoy en Colombia es una responsabilidad muy grande, porque es la respuesta a unas decisiones éticas, políticas y pedagógicas que cada uno(a) asume como proyecto de vida.

La maestra de maestras Aracely de Tezanos afirma: “enseñar es un acto político que funda una sociedad democrática donde todos son diferentes en origen y todos son iguales en derecho. Enseñar a leer y a escribir es la piedra basal de la emancipación pues descifrar, analizar, comprender e interpretar todo: los libros, la pintura, la música, las matemáticas, la naturaleza abre las puertas y ventanas al mundo y al pensar por cuenta propia”.

También Hannah Arendt nos recuerda que: “La escuela se legitima como el espacio formal de las transmisiones pedagógicas, pero, al mismo tiempo, como la esfera donde más aguda se torna la responsabilidad educadora del mundo adulto.  La cara visible de esta responsabilidad asumida es la autoridad. La autoridad del educador —del mundo adulto— descansa, en efecto, en el hecho de que asume la responsabilidad con respecto al mundo al que hay que introducir al recién llegado. De cara a éste, el educador es un representante de todos los adultos, un adulto que expresa la figura de su responsabilidad con una especie de cortés y hospitalaria invitación al recién llegado, como diciendo: Este es nuestro mundo. Esta es su bienvenida.”

Estoy seguro de que las palabras de Hannah Arendt nos resuenan, porque la educación es narración, cuidado y alteridad, y, a pesar de las diferencias, a pesar de los puntos de vista distintos que tenemos lo(as) docentes, hay un ambiente de argumentación y de comunicación, que es más una voluntad, un compromiso ético y no solamente saberes teorícos, porque somo “sentipensantes” en escencia.  

Hay una disposición hacia la formación de mejores personas, y en el caso de la UPN, de los mejores docentes y profesionales de Colombia, porque así lo ha demostrado nuestra Universidad en los últimos 70 años, constituyéndose y afirmándose como la única universidad dedicada exclusivamente a la formación de maestros(as), y este legado nos tiene que dar una ventaja, nos tiene que dar una responsabilidad mayor, nos tiene que hacer sentir orgullosos y orgullosas de ser docentes de la Universidad Pedagógica Nacional, la misma que ha formado generaciones de mestra(o)s.

Ser maestra(o) es implicarse en el cuidado en espacios formativos, es quien sostiene, revitaliza, repara, protege, atiende, cobija, arropa, contiene y abraza. Acá se encuentra el reto, de activar procesos pedagógicos en los que prevalezca el reconocimiento, la lucha por los derechos y la justicia.

Quiero en este mes del maestro(a) entregar mi abrazo generoso, solidario, de reconocimiento y gratitud a todo(a)s los maestros del país y en memoria de quienes trascendieron.