Asumo la dirección de la Universidad Pedagógica Nacional con una vitalidad pedagógica, una convicción ética y un compromiso político, que he registrado en una promesa: cuidar su por-venir. Reconozco la universidad como epicentro para el uso de la razón y la emoción con sus distintas estrategias, posibilidades y expresiones. La universidad desde sus inicios siempre se ha entendido como un lugar de encuentro en el que es posible avanzar y reconocer el conocimiento más allá de sus usos pragmáticos, hacia la defensa de la autonomía del pensamiento.
Recordando al maestro Zuleta podemos decir que la búsqueda de la democracia es de la naturaleza misma de la universidad pública, en ella, el conocimiento es puesto en función de las necesidades sociales y del ejercicio de los derechos ciudadanos, además, garantiza la regulación de las interacciones entre sus miembros con justicia y equidad. El ejercicio libre de la razón, de los afectos, la unión dialéctica entre teoría y práctica, la argumentación, el cuidado, y la autorregulación autónoma es lo que constituye en la universidad pública lo que llamamos “una comunidad académica”. Por ende, no puede haber espacio en ella para obediencia ciega a la tradición, y mucho menos de subordinación a intereses particulares que quieren colonizarla.
En este escenario atravesado por el repertorio de saberes, luchas, experiencias y trayectorias de quienes creemos en la potencia de la universidad pública, especialmente de la Universidad Pedagógica Nacional, nuestro compromiso está orientado por su defensa desde la filosofía del buen vivir, con apuestas epistémicas que fortalecen las relaciones sur – sur, el diálogo, la profundización de la democracia, la solidaridad y la corresponsabilidad de la comunidad educativa en la construcción de propuestas pedagógicas y didácticas que le apuestan al derecho a la educación.
Trabajaremos para forjar un gobierno universitario a partir de decisiones colectivas y de respeto irrestricto de los derechos, donde se destaquen las iniciativas profesorales, estudiantiles, de egresados, egresadas, de trabajadores, trabajadoras, administrativos, administrativas, y de los cuerpos colegiados: Consejos de Departamento, de Facultad, Académico y Superior, con la intención de robustecernos como comunidad universitaria.
Hablamos de por-venir, porque somos conscientes de que sin universidad pública se debilita el pensamiento crítico en la sociedad, porque va más allá de los intereses confesionales o empresariales. Cuidar el porvenir de la UPN es un nuevo gesto ético que nos convoca como país, por lo que vamos a propiciar diálogos con los gobiernos distrital, regional, nacional, y la comunidad internacional para trabajar en programas conjuntos, en función de un proyecto de gobierno universitario que pone en el centro la vida y con ella, la materialización plena del derecho a la educación en condiciones de justicia y buen vivir.
Creemos en la educación pública como derecho fundamental y bien común, de ahí que la financiación y la autonomía universitaria sean esenciales en pro de garantizar un proyecto de formación de maestros, maestras, profesionales de la educación y de la pedagogía, que se pueda coordinar con las regiones y las zonas de conflicto en procura de expandir propuestas de educación para la paz, interculturalidad, derechos humanos, memorias colectivas, políticas ambientales, ciencia abierta, etc.
Tenemos la plena convicción de que el respeto a las libertades, la consolidación de la democracia, la significación colectiva del ethos universitario y la potenciación de la justicia social constituyen los principios fundamentales para la protección de la dignidad. A ello le sumamos, como criterios de acción pedagógica, el reconocimiento generoso de la diversidad de cosmovisiones y concepciones educativas inter e intrageneracionales que esperamos tengan la firmeza en el cuidado de los vínculos afectivos y pedagógicos que contribuyan al por-venir de nuestra universidad.